Descubre la función, origen y avatares del verraco vetón de Ciudad Rodrigo
Origen y función
Los verracos son esculturas talladas en granito, realizadas, principalmente, en época prerromana, en la II Edad del Hierro, y en zonas de influencia céltica de la meseta occidental de la Península Ibérica, que pretenden representar toros o cerdos. También existe alguna pieza realizada en caliza y arenisca y otras de época romana, pero ya con otra morfología y otra finalidad.
El verraco de Ciudad Rodrigo, realizado por el pueblo celta de los vetones, es la representación de un cerdo, animal sagrado para los celtas. Es una pieza dinámica, es decir, aparece en actitud de ataque, ya que pertenecería a la segunda categoría y simbolizaría la defensa de la comunidad y de sus valores étnicos.
Este animal totémico, y los de su misma categoría, la B, empiezan a aparecer a finales del siglo III a. C., época de conflictividad social muy fuerte por la amenaza de las guerras de los romanos. Los vetones se ven en peligro, y ponen esculturas simbólicamente protectoras de las ciudades y de los pueblos que habitan, por lo que son una representación puramente étnica.
Existen, según la postura a la que actualmente se van acercando los historiadores, otras dos categorías de estas esculturas zoomorfas:
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- La primera, la categoría A, es a la que pertenecerían los más grandes y más antiguos, eran delimitadores de pastos y tendrían una representación económica como protectora de pastos, de ganado y de surgencias de agua.
- A la tercera, la C, pertenecen, ya, los de época romana y serían protectores del alma de los difuntos.
Se han documentado unos 400 en España y 20 más en Portugal, son la siguiente distribución:
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- España: Ávila, Burgos, Cáceres, Salamanca, Segovia, Toledo, Zamora
- Portugal: Beira Alta, Beira Baja, Douro Litoral, Minho, Tras-Os-Montes
Avatares del verraco de Ciudad Rodrigo
Al de Ciudad Rodrigo se le conoce como el «verraco del puente«, porque estuvo colocado a la entrada del puente antiguo. Allí tuvo, durante muchos años, una odiosa misión, el verraco del puente fue el símbolo de un tributo, el del portazgo, ya que, a una argolla que tenía en el morro, se enganchaba la cadena que cerraba el paso por el puente a las caballerías y al tránsito rodado. Durante el Trienio Liberal (Trienio Constitucional entre 1820 y 1823), el pueblo, cuando quiso protestar contra este oneroso tributo, arrojó, violentamente, al pacífico e inofensivo animal, a la orilla del río, arrancándole parte del hocico junto con la argolla. De la orilla del río Águeda se sacó en 1928, para ser colocado, primero en la plaza de Amayuelas y después justo en la entrada del alcázar, actual Parador de Turismo. Actualmente se encuentra en la Plaza del Castillo, fuera ya, del castillo del Enrique II de Trastámara.
En 1834, un gobernador civil de Salamanca, llamado José María García Cambronero, decide interpretar a su aire la función de los verracos y asegura que son esculturas mandadas labrar por el emperador Carlos I de España y V de Alemania, para difamar la figura de los comuneros de Castilla, y dispone que se destruyan los verracos que haya en la provincia de Salamanca. Aunque muchos alcaldes no lo hicieron, algunos otros sí. Otros lo hicieron a medias, como en Salamanca, que tiraron esta antiquísima escultura al río Tormes.
En Ciudad Rodrigo, las autoridades locales ordenaron destruir el verraco y argollas del poste de la Plaza Mayor, y derribar el rollo del Arrabal de San Francisco, considerados símbolos de vasallaje y servidumbre; los rollos desaparecieron, así como las argollas de la plaza, pero el verraco sigue ahí, afortunadamente. El 28 de febrero de 1835, cuando se reunió el regimiento en consistorio, era la víspera del Carnaval (se celebró del 1 al 3 de marzo) y previsiblemente se pospusiera el cumplimiento de la orden del gobernador militar…
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Para completar esta información:
🔗 «El análisis de los verracos: origen, significado y dispersión», Gregorio Manglano
🔗 «La verdadera función de los verracos, las extrañas esculturas celtas únicas de la Península»
🔗 «Orden para destruir el verraco y los rollos mirobrigenses»